Por Bruno Cortés
Cuando se habla de pandemias, la mayoría piensa en el COVID-19, pero hay otra que nunca se fue y que sigue muy viva, sobre todo entre ciertos sectores de la población: el VIH. Aunque ya existen tratamientos efectivos que permiten vivir con este virus sin mayores complicaciones, en México todavía hay muertes que no deberían ocurrir. Y eso tiene mucho que ver con decisiones políticas, con falta de información y con un sistema de salud que muchas veces no da el ancho.
Por eso, lo que está ocurriendo en la Comisión de Diversidad del Congreso no es un tema menor. El diputado Jaime Genaro López Vela, de Morena, acaba de levantar la mano para seguir empujando una mesa de trabajo que, aunque suene técnica, busca cambiar de raíz cómo se atiende el VIH en el país. ¿Y qué significa esto para ti, para tus amigos o tu familia? Significa que por fin se le está metiendo mano a un modelo de atención que lleva años rezagado, sobre todo en lo que tiene que ver con jóvenes, con la comunidad LGBT+ y con la gente que no tiene seguridad social.
Según datos de Censida, el 80% de los casos de VIH en México afectan a hombres que tienen sexo con hombres, mujeres trans y, en particular, a jóvenes gays. No es una estadística al azar: es el reflejo de una política pública que ha dejado sin voz a quienes más necesitan protección, información, medicamentos y un trato digno en hospitales.
El nuevo modelo de atención que está proponiendo la Comisión busca algo muy concreto: regresar a lo que recomiendan organismos internacionales como ONUSIDA, es decir, involucrar a la sociedad civil en la estrategia. Porque ¿quién mejor para hablar del tema que las personas que viven con VIH o trabajan con comunidades afectadas? El objetivo es claro: evitar más muertes, garantizar tratamientos sin interrupciones y que todos tengan acceso al PrEP (la pastilla que previene el VIH), especialmente los jóvenes que ni saben que existe.
Pero aquí no solo se trata de medicinas. También se está trabajando en algo tan simple y tan importante como cambiar el lenguaje. Sí, el lenguaje. Porque todavía hay gente que habla del VIH con términos que estigmatizan, que discriminan, que lastiman. Y cuando eso pasa, no solo duele: te pueden correr del trabajo, te pueden negar atención, y te puedes quedar solo en un momento en el que necesitas todo el apoyo.
Por eso, la actualización del glosario en materia de VIH no es una ocurrencia, es una herramienta política para cambiar el chip en medios, en escuelas, en hospitales y en el Congreso mismo. El lenguaje importa. Si no se entiende qué es indetectable, si no se sabe hablar con respeto de las personas que viven con VIH, es muy difícil avanzar.
Además, la Suprema Corte ya puso el dedo en la llaga con el amparo 452-2024: el Estado tiene la obligación de garantizar que si alguien cambia de sistema de salud (por ejemplo, del IMSS al INSABI o al ISSSTE), no pierda su tratamiento ni su historial médico. Parece básico, pero hasta hoy eso no pasa. Y muchas veces ahí es donde empieza el desastre.
La mesa de trabajo liderada por López Vela también está atendiendo casos reales: 20 personas con VIH han denunciado despidos injustificados, y ya hay procesos abiertos ante la Conapred. Además, están escuchando a organizaciones como la Red Gay Latino, Karuna, Inspira Cambio y muchas otras que llevan años empujando esta agenda sin mucho eco institucional.
Lo que quieren desde el Congreso es construir una hoja de ruta clara, entendible y, sobre todo, humana. Que los legisladores sepan cómo hablar del tema, cómo defenderlo ante la prensa o frente a compañeros de bancada que siguen con discursos cargados de prejuicios. Que no repitan errores del pasado. Que se informen, que se sensibilicen y que entiendan que el VIH no es solo un tema médico, sino una lucha por derechos humanos, por justicia y por vida digna.
Porque si algo es urgente en este país, es que nadie más muera por falta de medicamentos o por miedo a ir al hospital. Y eso, aunque no vivas con VIH, también es tu lucha.
Deja una respuesta