Pablo Gómez sacude el tablero electoral: “México vive una crisis de representación”

Por Bruno Cortés

 

En el corazón de San Lázaro, donde se deciden los rumbos del país, Pablo Gómez Álvarez, presidente de la Comisión Presidencial para la Reforma Electoral, soltó una frase que hizo eco en todo el Congreso: “México padece una crisis de representación popular y de valoración de la autoridad electoral.”

Y es que, más allá del discurso técnico o los pleitos partidistas, lo que Gómez puso sobre la mesa es algo que muchos ciudadanos sienten sin necesidad de entender leyes o reglamentos: la distancia entre los políticos y la gente.

Según explicó, nuestro sistema electoral —ese que define cuántos diputados llegan por voto directo y cuántos por “plurinominales”— fue creado para una época distinta, cuando la vida política giraba en torno a un solo partido dominante. Hoy, con un país mucho más diverso y exigente, ese modelo parece ya no alcanzar.

Gómez no propone borrar de un plumazo la representación proporcional, pero sí cambiar las reglas del juego para que los votantes sientan que su voto realmente cuenta. Lo dijo con claridad: hay más ciudadanos que quieren que su diputado, su senador o su regidor esté vinculado directamente a su voto, no a las cúpulas partidistas que deciden las listas desde un escritorio.

El funcionario explicó que la discusión sobre la reforma electoral no se está cocinando a puerta cerrada —como solía hacerse en otros tiempos— sino que se abrió a todos los sectores: académicos, funcionarios, ciudadanos e incluso a través de un micrositio donde cualquiera puede opinar, criticar o proponer cambios. La idea, dice, es construir un modelo nuevo escuchando a todos.

En paralelo, su equipo trabaja en un análisis comparativo internacional: están revisando cómo funcionan los sistemas electorales en otros países, buscando ideas que sirvan para mejorar el mexicano. Además, adelantó que hacia diciembre podrían realizarse encuestas nacionales y regionales para conocer la percepción ciudadana sobre cómo funcionan hoy las elecciones y qué debería cambiar.

Pero uno de los temas que más ruido genera es el futuro del Instituto Nacional Electoral (INE). Gómez fue tajante: no se trata de desaparecerlo, sino de mejorarlo. Recordó que, en algún punto, los partidos políticos pasaron de tener voz a tener voto dentro del Consejo General, lo que les permitió influir directamente en decisiones clave. “Cuando se ponían de acuerdo, hacían lo que querían”, dijo sin rodeos.

Lo que busca esta nueva reforma, insistió, es devolverle al árbitro electoral la independencia que alguna vez tuvo y reconstruir la confianza ciudadana en las instituciones que organizan las elecciones.

Por ahora, no hay prisa ni conclusiones cerradas. La Comisión de Reforma Política-Electoral sigue escuchando propuestas, debatiendo modelos y tomando nota de las críticas. Pablo Gómez lo resume así: “Estamos construyendo algo distinto. Queremos un sistema electoral que de verdad represente a la gente.”

En un país donde cada elección se convierte en una batalla de desconfianzas, el reto es enorme. Pero si esta reforma logra acercar la política a la ciudadanía, podría marcar un antes y un después en la forma en que los mexicanos eligen a sus representantes.

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