Por Bruno Cortés
En medio del ruido político y las tensiones por el nuevo paquete económico, Ricardo Monreal Ávila, coordinador de los diputados de Morena y presidente de la Junta de Coordinación Política (Jucopo), lanzó un mensaje poco común en los tiempos de polarización: llamó a bajar el tono, tender puentes y volver al diálogo.
Durante la conferencia de prensa de su bancada, titulada “Legislativa del Pueblo”, Monreal habló sin rodeos: “Soy partidario del diálogo. El desencuentro no me gusta, y la confrontación permanente, menos”. Y eso, en la política mexicana actual, suena casi como una declaración de principios.
El senador con licencia —uno de los perfiles más experimentados dentro del movimiento obradorista— planteó que Morena necesita reencontrarse con los sectores económicos y empresariales, con los medios de comunicación y hasta con las asociaciones religiosas. No para rendirse ideológicamente, aclaró, sino para buscar coincidencias en lugar de diferencias.
Con tono conciliador, Monreal reconoció algo que pocos dicen en voz alta: que la relación del movimiento con los medios y los empresarios se ha enfriado, y que eso le puede pasar factura política al partido en el poder. “Hay una lejanía —dijo— de nuestra parte con ellos, y también de ellos con nosotros. Necesitamos reencontrarnos si queremos mantener la mayoría y los avances logrados hasta ahora.”
Su mensaje tomó fuerza al hablar del reciente acuerdo entre el gobierno federal y empresas refresqueras como Coca-Cola y FEMSA, un hecho que él calificó de “histórico”. Según explicó, ese acercamiento evitó que la Ley del IEPS terminara en tribunales. El gobierno buscaba un incremento fuerte al impuesto por litro de refresco, pero se negoció una fórmula intermedia: las empresas aceptaron un aumento del 50 % y, a cambio, se comprometieron a reducir el azúcar de sus bebidas y a limitar su publicidad dirigida a niños.
Para Monreal, ese es el tipo de política moderna que debe impulsarse: acuerdos donde todos ganen. El Estado cumple su objetivo de salud pública y mantiene la recaudación; las empresas no se sienten perseguidas; y, de paso, se evita un pleito legal que solo desgastaría al gobierno. “Qué bueno que la presidenta Claudia Sheinbaum haya escuchado y aceptado negociar. Eso demuestra que se puede gobernar dialogando, no imponiendo”, afirmó.
En un tono más reflexivo, Monreal insistió en que el país no puede seguir dividido entre “buenos y malos”, ni en ver a los empresarios como enemigos del proyecto de nación. “Son quienes generan empleo y producen riqueza; no podemos tratarlos como adversarios permanentes”, dijo.
Su discurso, aunque suave, deja ver una intención política más profunda: Morena quiere retomar el control del diálogo público y recomponer relaciones con sectores que se habían distanciado en los últimos años. En un momento en que el Congreso discute impuestos, gasto público y la ruta económica del país, Monreal parece estar enviando un mensaje a su propio partido: que la gobernabilidad también se construye con acuerdos, no solo con mayorías.
Y así, entre negociaciones y gestos de reconciliación, Monreal deja claro que el poder político —como el refresco— pierde sabor si se queda encerrado en su propia botella.
Deja una respuesta