Por Bruno Cortés
En México, hay veces que las cosas suenan bien en el papel, pero cuando uno se pone a leer las letras chiquitas, como que ya no está tan claro si es para protegernos… o para vigilarnos. Eso está pasando justo ahora con la iniciativa de Reforma de Telecomunicaciones que el Poder Ejecutivo presentó y que se está discutiendo en el Congreso. Suena muy técnico, pero no te vayas: esto te afecta a ti, a mí, y a cualquiera que use un celular, una computadora o publique algo en redes.
Hace poco se llevó a cabo un foro en la Cámara de Diputados para debatir esta reforma. Lo organizó la Comisión de Radio y Televisión, presidida por el diputado Miguel Ángel Monraz Ibarra, del PAN. La idea era escuchar a expertos, académicos y funcionarios para ver cómo mejorar la propuesta. Porque, según dicen, no se trata de imponerla al vapor, sino de armar algo que de verdad sirva: que garantice la libertad de expresión, el acceso a la información, y que mejore los contenidos de radio y televisión en todo el país.
Pero entre las mesas y debates salió a flote una preocupación que hizo fruncir el ceño a más de uno: el uso de datos biométricos y el famoso Registro de Personas Usuarias de Telefonía Móvil, que ya había sido tirado por la Suprema Corte por ser inconstitucional. ¿Por qué? Porque implica recolectar datos súper sensibles —como tus huellas dactilares, tu rostro, tu iris— sin que haya un juez de por medio, ni reglas claras para proteger esa información. Así, tal cual.
¿Y por qué esto es peligroso? Porque en México no es raro que bases de datos terminen en manos equivocadas. Lo dijeron con todas sus letras varios expertos durante el foro: en un país donde el crimen organizado tiene brazos largos y donde no hay suficientes controles, esto podría convertirse en una herramienta más de vigilancia y represión, no de seguridad.
Olivia Mendoza, académica del CIDE, lo puso claro: este tipo de leyes pueden usarse para censurar, para intimidar a activistas, periodistas o incluso a ciudadanos comunes que solo están criticando en redes. Y con el INAI fuera de juego (sí, ese organismo autónomo que protegía nuestros datos), ahora hay menos vigilancia sobre el gobierno. Es como quitarle los frenos a un coche que va directo a una bajada.
Varios especialistas en ciberseguridad y derechos humanos, como Anahiby Becerril y María José De Icaza de Artículo 19, subrayaron algo muy serio: el Estado mexicano ya vigila sin mucho control, y esta reforma solo lo facilitaría aún más. Imagínate que puedas ser espiado legalmente, sin que te avisen, solo por tener un celular.
Pero ojo, no todo fue crítica. También hubo propuestas para que esta ley se haga bien. Gente como Ernesto Ibarra, de la Academia Mexicana de Ciberseguridad, pidió escuchar a los expertos antes de legislar. Y Pablo Corona, de la Asociación de Internet MX, planteó que se mantenga al personal capacitado en órganos autónomos para proteger nuestros datos. No se trata de no hacer nada, sino de hacerlo con cabeza fría y corazón caliente: protegernos sin quitarnos derechos.
En otra mesa, se habló de los medios públicos. Sí, esos canales y estaciones que no dependen de Televisa, TV Azteca ni otros gigantes. Salvador Hernández, del Sistema Público de Radiodifusión, dijo que esos medios son clave para la democracia, para que haya pluralidad de ideas y no solo lo que conviene a los poderosos. Así que esta reforma también debe garantizar que existan y mejoren, no que desaparezcan bajo la lógica del mercado.
Al final del foro, el diputado Monraz fue claro: no se puede permitir que tus datos personales, tus huellas o tu rostro, sean la moneda de cambio para acceder a servicios públicos o privados. El gobierno tiene que demostrar que puede proteger esa información, y no solo pedirla porque sí. Y mientras eso no esté garantizado, esta ley no puede pasar tal como está.
Así que, la próxima vez que te pidan tu número, tu cara o tu dedo para registrarte “por seguridad”, acuérdate que la seguridad también incluye que no te espíen. Y que, como ciudadanos, no solo tenemos derecho a la información, sino también a no ser vigilados sin razón.
Porque si el gobierno va a cuidarnos… también necesitamos saber quién lo cuida a él.















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