Por: Fernando Moctezuma Ojeda – @FerMoctezumaO
Por más uniformes, camionetas blindadas o discursos sobre “coordinación interinstitucional” que se pronuncien desde Palacio Nacional, la realidad sigue mostrándose con la misma crudeza de siempre: el poder político en este país es un cascarón vacío, una coreografía de autoridad que se desmorona al primer disparo.
La ejecución de Carlos Manzo Rodríguez, presidente municipal de Uruapan, no solo exhibe la fragilidad del Estado; la desnuda. Catorce escoltas federales, dos vehículos oficiales y una cadena de reuniones de seguridad no impidieron que un solo hombre, con una pistola y un plan, abatiera a un alcalde en un evento público, bajo los reflectores de la festividad más simbólica de México. Si eso no es el fracaso del Estado, ¿qué es?
El crimen de Manzo sintetiza la paradoja nacional: un país que presume “paz en proceso”, mientras los muertos siguen firmando la bitácora de gobierno. La retórica oficial asegura que hay estrategia, inteligencia, coordinación, pero los hechos —esa molesta costumbre de la realidad— desmienten todos los comunicados. No hay estrategia que funcione cuando el enemigo sabe más, llega antes y dispara mejor.
Carlos Manzo no era un improvisado. Su discurso de “mano dura” lo convirtió en un blanco evidente. Era el tipo de político que incomoda a todos: al crimen organizado, por desafiarlo; y al poder, por recordarle su impotencia. Esa “osadía” le costó la vida, pero el mensaje no fue solo para él. Fue para todos los que piensen repetir su atrevimiento. En México, parece, la línea dura se paga con sangre y la complacencia, con impunidad.
Y lo más alarmante: no hay indicio de que el Estado quiera aprender del error. El secretario de Seguridad niega fallas tácticas, como si los 14 escoltas hubieran cumplido su misión. En la lógica oficial, la culpa siempre es del muerto. Admitir un error sería reconocer que la Guardia Nacional, la SEDENA y todo el aparato de seguridad federal son incapaces de garantizar lo más básico: la vida de un funcionario. El discurso de que “todo está bajo control” se repite, aunque todos veamos el incendio.
Lo ocurrido en Uruapan no es un hecho aislado, sino un espejo: el crimen organizado ya no desafía al Estado, lo administra. Decide dónde se puede gobernar y quién puede hacerlo. En amplias zonas del país, el poder político solo existe en los boletines de prensa; en la práctica, el territorio tiene ‘otros datos’. Y los ciudadanos, atrapados en medio, aprendemos a vivir con la resignación de quien ya no espera protección, sino suerte.
La violencia política no distingue colores, pero el golpe a Morena tiene una ironía particular: el partido oficial, que presume haber transformado el país, es hoy el más golpeado por la violencia. El mensaje es claro: el poder formal puede cambiar de manos, pero el real, el que se impone con balas, sigue en las mismas.
Si el Estado no puede proteger a uno de los suyos, ¿qué esperanza queda para los ajenos? Si el alcalde con 14 escoltas termina muerto, ¿qué protección tiene el periodista, la activista, la síndica o el regidor que se atreva a denunciar? La muerte de Manzo no solo deja un vacío político en Uruapan, sino una lección brutal: el crimen no mata personas, mata el significado mismo de la autoridad.
La presidenta Claudia Sheinbaum promete justicia, y ojalá la cumpla. Pero si la respuesta es otro operativo mediático, otra mesa de coordinación, otra negación institucional, este asesinato quedará archivado en la larga lista de magnicidios útiles: los que sirven para declarar, no para transformar.
Uruapan nos deja un epitafio incómodo: el Estado mexicano ya no es un Estado fallido… es un Estado fingido. Un aparato que simula control mientras el crimen dicta la agenda, asigna castigos y define territorios. Si esto le pasa a los protegidos, imagínese usted lo que nos espera al resto.
La cuestión no es quién mató a Carlos Manzo. Esa ya tiene respuesta. La incógnita, la que nadie en el poder se atreve a formular, es otra: ¿Quién sigue, y hasta cuándo seguiremos fingiendo que gobernamos un país que ya no nos pertenece?
APUNTES CLAVE:
DEUDA: El diputado Rubén Moreira advirtió que México está quebrado por el aumento de la deuda pública, nuevos impuestos y una caída en la inversión productiva. Señaló que el gobierno federal planea endeudarse con 1.7 billones de pesos más solo para pagar intereses, mientras se duplican los gravámenes al ahorro y se recortan recursos a los estados. Expertos alertaron que el gasto público es ineficiente, que Pemex arrastra una crisis sin solución y que las PYMES están siendo abandonadas. //TRADICIÓN: El gobernador Alejandro Armenta encabezó la edición número 29 del Festival de la Luz y la Vida en Chignahuapan, Puebla, acompañado por más de cinco mil asistentes. Durante la caminata de antorchas y la inauguración de la Ofrenda de las Mil Luces, destacó que el evento simboliza la paz, la armonía y el orgullo por las raíces culturales de México. El festival reunió danzas, rituales y representaciones del Mictlán, consolidándose como uno de los principales atractivos turísticos y espirituales del estado. // AGUA: El diputado Israel Betanzos, presidente del PRI en la Ciudad de México, alertó que la nueva Ley General de Aguas propuesta por el Ejecutivo Federal podría vulnerar el derecho humano al agua y favorecer la participación discrecional del sector privado. Durante el Foro del Agua, advirtió que la iniciativa limita la consulta social, impone un consumo máximo de 60 litros diarios por persona y podría tardar décadas en garantizar el acceso universal. Llamó a revisar a fondo sus implicaciones técnicas y sociales antes de su aprobación.
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