México, Sheinbaum y el futuro

 

Los Demonios del Poder

Por: Carlos Lara Moreno

México, Sheinbaum y el futuro

La renegociación del T-MEC no es solo un trámite comercial: es una prueba de fuego para el nuevo poder en México. Claudia Sheinbaum y su equipo económico caminan por un campo minado donde cada paso puede detonar costos políticos, económicos y, sobre todo, de soberanía.

Al frente, un Donald Trump impredecible, más endurecido y convencido de que México es el eslabón débil al que se le puede exigir más a cambio de menos.

Trump no negocia: presiona. Y su libreto es conocido. Usa el comercio como palanca para imponer una agenda de seguridad, migración y control fronterizo que, en los hechos, traslada responsabilidades internas de Estados Unidos al sur del Río Bravo.

En ese tablero, el T-MEC se convierte en rehén de una narrativa electoral: México como amenaza, México como problema, México como deudor permanente.

La disyuntiva para Sheinbaum es brutal. Defender el acuerdo comercial,clave para la estabilidad macroeconómica, la inversión y el empleo, implica aceptar concesiones que hace una década habrían sido impensables.

La cooperación en seguridad, hoy, ya no se limita al intercambio de información: apunta a mayor presencia, mayor injerencia y mayor margen de acción para agencias estadounidenses bajo el argumento de combatir al narcotráfico.

Ahí aparece el demonio central del poder: ¿hasta dónde ceder sin cruzar la línea de la soberanía? El discurso oficial habla de “cooperación responsable”.

La realidad es más incómoda. Salvar el T-MEC puede significar abrir puertas que después no se cierran: operativos conjuntos ampliados, supervisión externa y compromisos que atan la política de seguridad mexicana a prioridades ajenas.

El equipo económico entiende el riesgo. Sin T-MEC, México pierde certidumbre; con un T-MEC condicionado, pierde margen de decisión. No hay salida limpia. La integración productiva con Estados Unidos es tan profunda que romperla sería un salto al vacío. Pero aceptar sin chistar las condiciones de Trump equivale a normalizar la idea de que la soberanía es negociable cuando el mercado está en juego.

Sheinbaum enfrenta, además, un dilema interno. Su base política espera firmeza nacionalista; los mercados exigen pragmatismo. Cada concesión en seguridad tendrá un costo doméstico, y cada gesto de resistencia puede traducirse en amenazas arancelarias o bloqueos comerciales. Trump sabe jugar ese juego y disfruta tensar la cuerda.

Los demonios del poder no gritan: susurran. Dicen que es temporal, que es el mal menor, que primero es la economía y luego la dignidad. La pregunta es si México saldrá de esta renegociación con un tratado vivo y un Estado intacto, o con un acuerdo salvado a cambio de una soberanía erosionada, poco a poco, negociación tras negociación.

Porque cuando el comercio se vuelve moneda de cambio para la seguridad, el precio nunca es solo económico. Es político. Y es histórico.

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