El desafío de Sheinbaum frente al nuevo orden trumpista

Los Demonios del Poder

Por: Carlos Lara Moreno

El desafío de Sheinbaum frente al nuevo orden trumpista

Claudia Sheinbaum enfrenta su primer gran pulso internacional: negociar con Donald Trump la continuidad del T-MEC en un escenario que parece escrito por el caos.

El magnate republicano, fiel a su estilo, ha decidido dinamitar la mesa al excluir a Canadá del acuerdo, poniendo a México ante una disyuntiva histórica: defender la integración comercial que ha sostenido a la economía mexicana durante tres décadas o someterse a las nuevas reglas del juego del “America First 2.0”.

El reto no es menor. Trump no oculta su intención de renegociar los términos para recuperar empleos industriales y manufactura en territorio estadounidense, incluso si eso significa desmantelar parte del andamiaje del libre comercio en América del Norte.

Para México, la posibilidad de un nuevo T-MEC sin Canadá sería un cambio sísmico: alteraría cadenas de suministro, afectaría inversiones y pondría a prueba la diplomacia económica del nuevo gobierno.
Sheinbaum, con un perfil técnico y prudente, tendrá que moverse entre la firmeza y la estrategia. No puede permitirse un conflicto frontal con Washington —el principal socio comercial y destino del 80 por ciento de nuestras exportaciones—, pero tampoco puede mostrarse débil ante una administración que busca imponer condiciones unilaterales.

El desafío será mantener la soberanía negociadora sin romper los vínculos que garantizan la estabilidad macroeconómica del país.

El riesgo es que Trump quiera usar el acuerdo como moneda política: exigir concesiones en migración, seguridad o energía a cambio de mantener abiertas las puertas del mercado estadounidense.
En ese tablero, México debe actuar con frialdad y visión de Estado, evitando repetir los errores de dependencia o sumisión que marcaron anteriores sexenios.

Claudia Sheinbaum llega a esta encrucijada con legitimidad política, pero sin la red de poder diplomático que tuvieron sus predecesores.

Necesitará un equipo sólido, con experiencia técnica y política, que entienda el nuevo lenguaje de Washington y los tiempos de la diplomacia económica.
Porque si algo ha dejado claro el trumpismo, es que los tratados no se leen en papel: se negocian con presión, intereses y poder.

El T-MEC fue pensado como un escudo de integración regional. Hoy, bajo la sombra de Trump, puede convertirse en un campo de batalla. Y en ese terreno incierto, México tendrá que decidir si defiende su futuro como socio o sobrevive como subordinado.

En esa línea fina entre la dignidad y la conveniencia, se juega no solo la relación con Estados Unidos, sino el rumbo mismo del proyecto económico de la Cuarta Transformación.

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