Por Juan Pablo Ojeda
Desde su elección como Papa, León XIV ha comenzado a trazar una línea más firme y clara en torno a la guerra en Ucrania, ganándose el respaldo de miles que ven en él una figura de liderazgo moral indispensable en un conflicto que ha dejado más de tres años de devastación. Con palabras directas y una postura que llama las cosas por su nombre, el nuevo Pontífice ha traído un cambio de tono que muchos consideran urgente y necesario.
Lejos de la ambigüedad que caracterizó al papa Francisco sobre el conflicto ruso-ucraniano, León XIV ha definido la guerra como un acto de agresión imperialista de Rusia, dejando claro que no es lo mismo ser víctima que agresor. Esto, para los ucranianos, no solo es un alivio, sino una bocanada de esperanza en medio de una presión internacional creciente para que Kiev haga concesiones a Moscú.
“El papa entiende que la paz no puede significar rendirse ante el mal”, escribió el arzobispo Sviatoslav, primado de la Iglesia greco-católica ucraniana. Estas palabras, pronunciadas por el Pontífice en su primera oración dominical, marcaron una clara diferencia respecto a su antecesor, quien muchas veces evitó calificar a Rusia como responsable directo de la invasión.
León XIV, cuyo pasado incluye trabajo pastoral tanto en Estados Unidos como en Perú, parece tener no solo el lenguaje moral correcto, sino también una conexión estratégica con regiones clave para el futuro del apoyo internacional a Ucrania. América Latina y el llamado Sur Global han mostrado cierta distancia o indiferencia hacia el conflicto. Hoy, muchos esperan que el Papa los acerque a la causa ucraniana con el poder de su palabra.
En Ucrania, las expectativas son altas. Desde líderes religiosos hasta funcionarios del gobierno, como Oleksandr Merezhko, presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Parlamento, todos coinciden en que el Pontífice podría jugar un papel crucial en influir en la opinión pública, sobre todo en sectores católicos de peso dentro de la política estadounidense, como el círculo cercano de Donald Trump.
Además de su postura ética, el Papa ha mostrado una voluntad activa por convertirse en un facilitador de paz. Su primera llamada como jefe de Estado fue con el presidente Volodimir Zelenski, quien lo invitó formalmente a visitar Ucrania. También ofreció al Vaticano como sede para conversaciones de paz, gesto que ha sido bien recibido.
Uno de los temas más urgentes en la agenda es el retorno de los niños ucranianos secuestrados y trasladados a Rusia, así como la liberación de prisioneros de guerra y periodistas detenidos. El gobierno de Kiev ya ha entregado listas al Vaticano, confiando en su capacidad para mediar donde otros no han podido.
Para muchos en Ucrania, el Papa León XIV no solo representa una figura espiritual, sino también un símbolo de resistencia y justicia. Su visita, si se concreta, podría ser un punto de inflexión tanto en lo simbólico como en lo político, animando a una población extenuada por la guerra y posicionando nuevamente al Vaticano como una voz firme frente a las violaciones del derecho internacional por parte de regímenes autoritarios.
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