Ganado, visas y elecciones: Monreal prende las alarmas ante presiones de EE.UU.

Por Bruno Cortés

 

Cuando en política se habla de gusanos, casi nunca es sobre plagas reales. Pero esta vez sí. Al menos en la superficie. El cierre de la frontera a las exportaciones de ganado mexicano —según Estados Unidos, por un brote del gusano barrenador— despertó sospechas de todo tipo en el Congreso. Y el que no se quedó callado fue Ricardo Monreal.

Desde su posición como presidente de la Junta de Coordinación Política en la Cámara de Diputados, el morenista lanzó una advertencia directa: “Esto huele más a política que a sanidad”. Y tiene razón en prender focos rojos. Estados Unidos está en plena temporada electoral, y no sería la primera vez que un asunto sanitario se convierte en arma electoral al norte del Río Bravo. ¿El resultado? Ganaderos mexicanos, especialmente en los estados fronterizos, con pérdidas millonarias y una sensación creciente de que México está pagando los platos rotos de una bronca que ni siquiera es suya.

Lo que más preocupa en este tipo de decisiones es que se tomen de manera unilateral, sin respetar los acuerdos previos con instancias mexicanas como la Secretaría de Agricultura. Eso rompe no solo las reglas del comercio, sino también las de la diplomacia. Monreal lo llamó, sin rodeos, una “práctica poco diplomática”, sobre todo viniendo de un país que se dice aliado.

Pero no fue el único golpe. También se sumó la polémica revocación de la visa estadounidense a la gobernadora de Baja California, Marina del Pilar Ávila, y a su esposo. Un acto que, si bien es una facultad exclusiva del gobierno norteamericano, encendió alarmas por la falta de explicaciones. Monreal comparó este tipo de acciones con la vieja política del “garrote y la zanahoria” de los años 50: presión disfrazada de diplomacia.

Para él, es inconcebible que se aplaudan estas decisiones desde dentro del país. “Hay quienes por ganar puntos políticos celebran que a un mexicano le quiten la visa, como si eso fortaleciera su causa”, soltó con dureza. Y no faltó el guiño histórico para señalar a esos sectores que, según él, se subordinan a intereses extranjeros: “Son los herederos de Los Habsburgo y Los Polkos”.

Frente a todo esto, Monreal apostó por la unidad nacional y el respaldo total a la presidenta Claudia Sheinbaum. Para él, la mandataria tiene la capacidad y la estrategia para resolver este tipo de tensiones sin que se conviertan en conflictos mayores. No especula, dice. Confía. Y en política, eso ya es mucho.

El tema escaló aún más con el asesinato de Yesenia Lara, candidata de Morena en Texistepec, Veracruz. Un crimen que pone de nuevo en el centro del debate la seguridad en tiempos electorales. Monreal fue claro: condena total, exigencia de justicia y confianza en que el Estado recuperará el control frente al crimen organizado.

Y por si fuera poco, también salió al paso de las críticas de organizaciones civiles sobre el rezago estructural en derechos humanos. Monreal no niega que haya desafíos, pero asegura que el gobierno actual ha hecho más que sus antecesores, y que el país no es el mismo de hace siete años, cuando —según sus palabras— estaba “en estado de putrefacción”.

Con todo esto sobre la mesa, el mensaje de Monreal fue nítido: el país vive una etapa de transición complicada, con tensiones externas, retos internos y una oposición que, según él, quiere pescar en río revuelto. Pero también confía en que Morena puede mantener la confianza ciudadana si cumple con lo prometido: leyes útiles, políticas públicas efectivas y un país más justo.

Ahora la pregunta es si el discurso de unidad y soberanía podrá convertirse en soluciones reales para los ganaderos, para la gobernadora de Baja California, para las familias de víctimas de la violencia y, en última instancia, para los millones de mexicanos que siguen esperando que la política les hable de frente… y les cumpla.

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