La pandemia dejó muchas cosas atrás, pero también abrió nuevas formas de juntarnos. Este 2025, miles de mexicanos en el extranjero se preparan para vivir el Día de Muertos frente a una pantalla, conectando altares, rezos y canciones desde distintos husos horarios. Lo que antes era un reencuentro en el panteón o en la casa de la abuela, ahora se transforma en una “fiesta virtual muerta”, donde el folclore mexicano se adapta al clic.
La idea es sencilla pero poderosa: reunir a la familia dispersa por el mundo en una videollamada para compartir recuerdos, fotos y ofrendas, sin importar si están en Los Ángeles, Madrid o Tijuana. A través de plataformas como Zoom, Google Meet o WhatsApp, los migrantes y sus familias en México recrean el ritual que los une año con año: honrar a los que ya se fueron.
La celebración digital tiene sus propias reglas. Algunos grupos organizan un “velorio en vivo” donde cada integrante muestra su altar desde casa, explicando el significado de los objetos, la comida y las fotos que colocaron. Otros prefieren compartir carpetas en línea con imágenes y anécdotas de sus seres queridos, creando un archivo colectivo que se actualiza cada noviembre. La nostalgia se vuelve interacción, y la tradición se mantiene viva a través de pantallas iluminadas.
Hay quienes van más allá y convierten la reunión en un evento interactivo. Se organizan karaokes con canciones tradicionales como Cielito Lindo o La Bruja, se lanzan retos para contar historias de fantasmas familiares y hasta se brindan shots virtuales de tequila entre risas. Todo con un toque muy mexicano: improvisado, alegre y con esa picardía que hace sentir que el más allá también se divierte.
Las redes sociales también juegan su papel. Instagram y TikTok se llenan de filtros de cempasúchil, votaciones por el altar más creativo y clips donde se mezclan ofrendas reales con reacciones de parientes desde otros países. El hashtag #MuertosRemotos se ha vuelto símbolo de unión para quienes, aunque lejos, no dejan que la distancia apague la vela.
La tecnología, más que un reemplazo, se convierte en un puente emocional. En lugar de perder la conexión con las raíces, muchos migrantes la refuerzan. En ciudades donde no hay pan de muerto o flores naranjas, se improvisa con velas digitales, playlists de marimba y canciones de rock en español. La ofrenda puede estar en la nube, pero el sentimiento sigue anclado en México.
De acuerdo con estimaciones recientes, cerca del 15 % de los mexicanos vive fuera del país. Para ellos, el Día de Muertos no es sólo una fecha, sino una manera de mantener la identidad a flote. Los grupos comunitarios en Estados Unidos, Canadá y Europa ya preparan transmisiones conjuntas donde cada familia aporta su parte del ritual: unos leen calaveritas, otros muestran fotos, y todos brindan por los que velan desde lejos.
Incluso los más jóvenes se suman a esta reinvención de la tradición. En escuelas y universidades con presencia mexicana, los alumnos organizan ofrendas digitales con votaciones y galerías de arte virtual. Así, los símbolos del Día de Muertos —el papel picado, el pan, las calaveras— se transforman en emojis, animaciones y fondos de pantalla sin perder su esencia.
En tiempos donde la distancia puede sentirse eterna, el Día de Muertos virtual demuestra que la conexión entre vivos y muertos no depende del lugar, sino del corazón. Porque al final, lo importante no es si la ofrenda está en el comedor o en una videollamada, sino que la memoria siga encendida, aunque sea desde la luz fría de una pantalla.
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