Trump acusa a México por aguas negras y tensa negociación del tratado

Por Juan Pablo Ojeda

 

La tensión entre Washington y Ciudad de México volvió a escalar, y esta vez el tema no fue migración ni seguridad, sino agua. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lanzó una nueva crítica contra el gobierno mexicano al acusarlo de enviar “aguas negras” al Río Tijuana, mismas que —según él— afectan directamente a comunidades de Texas y California.

Desde su cuenta en Truth Social, Trump difundió un video donde se observan corrientes de agua sucia que, asegura, provienen del lado mexicano. Afirmó que “millones de galones” de residuos impactan a poblaciones como Coronado e Imperial Beach y llamó al gobierno de Claudia Sheinbaum a atender “inmediatamente” los problemas de drenaje y contaminación. Para Trump, este episodio no es solo un reclamo ambiental: es “una amenaza” para Estados Unidos.

Estas declaraciones llegan en el peor momento posible: justo cuando ambos países retomaron negociaciones para definir la entrega de agua pendiente establecida en el Tratado de Aguas de 1944, que regula cómo México debe aportar líquido del Río Bravo hacia Estados Unidos. El mandatario estadounidense insiste en que México ha incumplido con la entrega correspondiente y ha amenazado con subir 5% los aranceles a las importaciones mexicanas si no se corrige la situación.

Frente a la presión, la presidenta Sheinbaum respondió desde Palacio Nacional con un mensaje de calma, pero también de firmeza. Recordó que México está actuando dentro del marco del tratado, que establece reglas claras para los años de sequía: si en cinco años no se puede entregar el agua por falta de lluvias, el país debe reponerla en los cinco años siguientes. Y según su gobierno, eso es justamente lo que se está negociando.

Sheinbaum informó que durante la reunión de ayer se entregaron tres propuestas de cumplimiento para ser analizadas por funcionarios estadounidenses y que las conversaciones continúan. Subrayó que el objetivo es cumplir con el tratado sin afectar a los agricultores mexicanos ni el consumo humano, un tema especialmente sensible en el norte del país.

Aunque la disputa parece técnica, detrás hay un choque político evidente. Trump usa el tema del agua para presionar, marcar distancia y enviar un mensaje a su base en estados fronterizos. Mientras tanto, México intenta mostrar que actúa con responsabilidad legal sin aceptar un tono que pueda interpretarse como intervención o intimidación.

El agua, un recurso que debería unir regiones, vuelve a colocarse en el centro de un conflicto diplomático donde se mezclan sequías, obligaciones internacionales y, sobre todo, agendas políticas que no dejan de influir en cada declaración.

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