Rock en el Congreso: la rebelión llega a San Lázaro

Por Bruno Cortés

 

Mientras muchos imaginan que el Congreso solo se llena de discursos, gritos y votaciones polémicas, esta vez San Lázaro se transformó en algo inesperado: un homenaje al rock mexicano. Sí, leíste bien. Entre curules y micrófonos legislativos, se escuchó el eco del bajo de Santa Sabina, la voz de Rita Guerrero y el espíritu contestatario de toda una generación.

Todo esto ocurrió en el marco del Día Mundial del Rock. La Cámara de Diputados, a través del Espacio Cultural San Lázaro, abrió sus puertas a la exposición fotográfica “El Rock Mexicano en San Lázaro”, una muestra visual tan poderosa como emotiva que reunió décadas de historia musical nacional, capturada por los lentes de Siddharta Naranjo y Alejandro Guerrero Massad.

La diputada Luz María Rodríguez Pérez, de Morena, fue clara: el rock no ha muerto, ni morirá. Y es que más allá de la música, el rock mexicano ha sido una herramienta de protesta, de identidad, de libertad. Para quienes no están tan clavados en política, esto también es una política pública cultural. Sí, abrir espacios institucionales para que se escuche una voz distinta también es gobernar. También es legislar desde el alma.

Las fotos, más allá de su estética, cuentan una historia. Ahí están Cecilia Toussaint en la UNAM, conciertos por la paz, Santa Sabina en campañas políticas, Café Tacvba en el Siqueiros, y claro, Maldita Vecindad rompiéndola en el Zócalo. Cada imagen, como bien dijo Naranjo, no necesita explicación: transmite. Evoca tiempos donde ser rockero no era moda, sino resistencia.

Guerrero Massad fue contundente: los años 80 y 90 fueron duros. No había espacios, ni difusión. Hoy, que el Congreso le abra la puerta a esta narrativa, significa un cambio. Aunque simbólico, también es un mensaje: la cultura sí tiene cabida en la agenda pública, y eso importa. Porque reconocer el arte es también reconocer la historia viva del país.

Pero ahí no acabó la cosa. La jornada cerró con broche de oro: la proyección de “Rita, el documental”, una pieza sobre la vida de Rita Guerrero, esa voz mística y poderosa que lideró Santa Sabina. Dirigido por Arturo Díaz Santana, el filme no solo es un retrato biográfico, sino una ofrenda visual a una mujer que lo dejó todo en el escenario y fuera de él.

Ricardo Bravo, periodista del rock, fue el moderador del evento y no pudo decirlo mejor: el rock ha sido la voz de quienes no la tienen. Y ver esa voz en las paredes del Congreso, en pantalla gigante y ante funcionarios, es un acto de memoria. También es un reclamo suave, elegante, pero firme: la cultura alternativa también merece espacio público, recursos y respeto.

Detrás de esta jornada hay algo más profundo: un intento por acercar el Congreso a la ciudadanía desde lo simbólico. No solo es el lugar donde se aprueban presupuestos, sino donde también se pueden reconocer los hilos culturales que tejen este país. Y si el rock mexicano ha sido parte de la transformación social, ¿por qué no hacerlo visible?

En política, a veces los gestos cuentan más que las leyes. Y que un poder como el Legislativo celebre al rock, a sus fotógrafos, a sus cantantes y a sus memorias, es un gesto que vale la pena contar. Porque la cultura no solo entretiene: también educa, sensibiliza y da sentido. Y eso, aunque no salga en el Diario Oficial, también es hacer patria.

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