Qué es el sargazo, la plaga del Caribe mexicano que amenaza el turismo y los ecosistemas costeros

El sargazo ha pasado de ser un elemento natural del océano a convertirse en una amenaza constante para las playas del Caribe mexicano. Lo que antes eran ocasionales arribos de algas ahora son invasiones masivas y recurrentes que, en la última década, han transformado los paisajes costeros, afectado al turismo, dañado ecosistemas y puesto a prueba la capacidad de adaptación de las comunidades locales.

El sargazo es un tipo de alga marrón perteneciente al género Sargassum. Estas algas pueden encontrarse tanto adheridas al fondo marino como flotando libremente. En particular, las especies S. fluitans y S. natans flotan a lo largo de todo su ciclo de vida, formando grandes acumulaciones conocidas como balsas de sargazo. Estas balsas son esenciales para la vida marina en mar abierto, ya que sirven de refugio, alimento y espacio de reproducción para numerosas especies. Sin embargo, cuando llegan a las playas en cantidades descontroladas, se convierten en un grave problema ambiental y económico.

Históricamente, el sargazo se concentraba en el Mar de los Sargazos, en el Atlántico Norte, pero a partir de 2011 se detectó un cambio en su distribución. Se formó un enorme corredor de sargazo conocido como el Gran Cinturón de Sargazo del Atlántico, que se extiende desde las costas de África occidental hasta el Golfo de México. Este cambio se debe a una combinación de factores que han favorecido el crecimiento desmedido del alga: el aumento de nutrientes en el océano por la actividad agrícola y la contaminación, el calentamiento global que eleva la temperatura del mar y altera las corrientes, y la modificación en la dirección de los vientos alisios.

Costas del Caribe ☀️: Playas sin sargazo | Centraldevacaciones

En este contexto, la península de Yucatán actúa como una barrera natural que detiene el avance del sargazo, acumulando grandes cantidades en sus costas. Los vientos del este, predominantes en la región durante la mayor parte del año, arrastran el sargazo hacia las playas del Caribe mexicano, especialmente entre primavera y verano. Por el contrario, durante el invierno, los vientos del norte tienden a reducir los arribos en las zonas más afectadas, aunque pueden desviar el sargazo hacia otros puntos, como la costa oeste de Cozumel.

El impacto de esta crisis costera es profundo. Aunque las balsas de sargazo en mar abierto son beneficiosas para la vida marina, cuando estas llegan a las playas generan una serie de problemas graves. La acumulación masiva afecta la calidad del agua al reducir los niveles de oxígeno, lo que puede provocar la muerte de peces, pastos marinos y corales. Además, cuando el sargazo se descompone en la arena, libera ácido sulfhídrico, un gas que produce un olor desagradable y puede causar irritación en los ojos y las vías respiratorias de las personas expuestas.

Más allá de los efectos ambientales, el sargazo representa un golpe directo a la economía local. El turismo, pilar económico del Caribe mexicano, se ve afectado por la presencia constante de las algas en las playas, lo que genera cancelaciones de reservas, pérdidas para hoteles y restaurantes, y altos costos de limpieza para los gobiernos. De acuerdo con datos recientes de la Secretaría de Marina, solo en lo que va de 2025 se han recogido más de 4,200 toneladas de sargazo en los siete puertos de Quintana Roo, y desde 2019, la cifra total supera las 266,000 toneladas.

Además, el sargazo dificulta la navegación de embarcaciones pequeñas y afecta la pesca local. A esto se suma una preocupación adicional: las algas pueden transportar bacterias potencialmente peligrosas que podrían representar riesgos sanitarios adicionales para las comunidades y los visitantes.

Lo que comenzó como un problema estacional se ha convertido en una crisis recurrente que desafía no solo a las autoridades, sino también a las comunidades costeras, que se ven obligadas a buscar soluciones y alternativas para enfrentar esta nueva realidad. El sargazo llegó para quedarse, y su presencia obliga a repensar modelos turísticos, estrategias de manejo ambiental y políticas de adaptación al cambio climático en toda la región del Caribe mexicano.

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