Por Juan Pablo Ojeda
Después de nueve años sin un Juego 7 en las Finales de la NBA, la espera valió la pena. Lo que se vivió entre Oklahoma City Thunder e Indiana Pacers fue un partidazo lleno de drama, emoción y, por supuesto, leyendas en formación. El título se quedó en casa, con los del Thunder levantando su primer campeonato, en una noche donde Shai Gilgeous-Alexander dejó claro que es el jugador de esta generación. Pero también fue una historia con tintes de tragedia para los Pacers, marcada por la dura lesión de Tyrese Haliburton, su figura y alma del equipo.
Desde el primer balón al aire, el partido fue una locura. Las duelas del Paycom Center vibraron con cada jugada. Hubo de todo: triples inesperados, defensas cerradas, momentos clutch y ese aire de que cualquier cosa podía pasar. El arranque fue parejo, con ambos equipos dándose con todo. Haliburton comenzó encendido, pero el destino tenía otros planes. Una lesión en el talón lo sacó del juego y, con él, se fue gran parte del motor de Indiana. Aun así, los Pacers mostraron lo que han demostrado toda la temporada: corazón, resistencia y mucha garra.
El marcador siempre estuvo parejo en la primera mitad. Cada vez que Oklahoma tomaba una pequeña ventaja, Indiana respondía. Jugadores como Pascal Siakam, Myles Turner, Andrew Nembhard y T.J. McConnell sacaron la cara por los Pacers, manteniéndolos a tiro de piedra. Pero el problema era claro: del otro lado, había un tipo tocado por los dioses del basquet: SGA, que con su estilo calmado pero imparable, fue sumando puntos hasta tomar el control absoluto del partido.
La segunda mitad fue otro cantar. Oklahoma salió con todo y se despegó con una racha ofensiva que puso a temblar a Indiana. Alex Caruso, Jalen Williams y el flaco Chet Holmgren acompañaron a Shai en una tormenta de triples y defensas que rompió el ritmo de los Pacers. Aunque Indiana logró cerrar la distancia en algunos momentos, el aire ya olía a campeón para los del Thunder.
El último cuarto fue una mezcla de fiesta, nervios y cierre de ciclo. Oklahoma dominaba con autoridad, pero Indiana no se rendía. Se acercaron a 12 puntos, e incluso parecía que podían meter presión en los minutos finales. Pero el cansancio, la falta de su estrella y la defensa brutal de OKC hicieron que la diferencia fuera definitiva. Con un marcador de 103-91, el Thunder al fin se sacó la espina de aquel campeonato perdido en 2012 contra LeBron James y Miami.
Para los fans de Oklahoma, fue un momento inolvidable. Por fin, una generación joven, sin el peso de los fracasos pasados, llevó a esta franquicia al anillo. Y lo hizo con una identidad clara, juego de equipo y una figura que ya está escribiendo su nombre junto a los grandes: Shai Gilgeous-Alexander.
Por el lado de Indiana, queda el sabor amargo de una final bien peleada, pero también el respeto de toda la liga. Porque llegar hasta aquí, con todo en contra, y plantar cara en siete juegos, es prueba de que este equipo no ha dicho su última palabra.
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