Monreal: EE.UU. cambia su visión sobre migrantes

 

Desde el Palacio Legislativo de San Lázaro, el diputado Ricardo Monreal Ávila, coordinador de Morena y presidente de la Junta de Coordinación Política, compartió una reflexión que mezcla política, filosofía y realidad fronteriza. A través de un texto titulado “Viraje”, publicado en redes sociales y en un diario nacional, Monreal habló de lo que él llama un cambio profundo en la conciencia del pueblo estadounidense sobre la migración.

En palabras sencillas, lo que dice Monreal es esto: después de tanto endurecimiento de leyes y discursos antimigrantes, la gente en Estados Unidos está empezando a cambiar de opinión. Y no lo dice al aire: lo respalda con datos. Según encuestas recientes de Gallup, el 79% de los estadounidenses ya ve la migración como algo positivo. Hace un año, era apenas el 60%. Y hoy, solo el 17% la percibe como una amenaza.

El giro, dice Monreal, no es un capricho temporal. Es algo más profundo, que tiene que ver con darse cuenta de que Estados Unidos no funciona sin migrantes. Desde los campos agrícolas hasta los restaurantes, desde la construcción hasta el cuidado de personas mayores, el país depende todos los días del trabajo de millones de migrantes, muchos de ellos mexicanos.

Y lo pone claro: la política del miedo y la persecución no solo es inhumana, también está saliendo cara. El miedo a las redadas ha provocado escasez de mano de obra, y eso ha hecho que los productos agrícolas suban de precio. Es decir, perseguir migrantes no solo rompe familias, también afecta el bolsillo del consumidor norteamericano.

Monreal cita incluso a figuras del Partido Republicano, como la congresista Mónica de la Cruz, que ya están proponiendo cosas como el programa Bracero 2.0, una nueva versión del antiguo acuerdo que permitió que trabajadores agrícolas mexicanos laboraran legalmente en Estados Unidos durante el siglo pasado. El objetivo ahora sería dar certeza laboral, salarios dignos y condiciones humanas a quienes ya sostienen buena parte de la economía estadounidense.

En paralelo, Monreal reconoce el papel de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien recientemente alzara la voz tras la muerte de un migrante mexicano, Jaime Alanís, durante una redada del ICE. Según Monreal, México ya no se está quedando callado. “No se trata solo de diplomacia o de consulados. Se trata de dignidad”, dice.

El mensaje del legislador es claro: México debe mantenerse del lado correcto de la historia, no como observador pasivo, sino con una política exterior digna y con acciones concretas para proteger a los migrantes, tanto allá como aquí. En su visión, el país tiene que respaldar a quienes regresan, no como “fracasados”, sino como héroes que merecen oportunidades reales de reinserción.

Más allá de los discursos, Monreal lanza una idea que pone a pensar: así como hace décadas las luchas por derechos civiles cambiaron a Estados Unidos desde dentro, hoy podría estar empezando otro cambio importante. No uno de partidos o de campañas, sino uno impulsado por la gente común que empieza a ver al migrante no como enemigo, sino como parte esencial de su comunidad.

Y si ese viraje se confirma, dice el diputado, será también una oportunidad para México. Una oportunidad de replantear su política migratoria, defender a su gente, y dejar claro que los derechos humanos no se detienen en la frontera. Porque al final, como bien lo resume Monreal: “solo el pueblo puede salvar al pueblo”.

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