Por Juan Pablo Ojeda
En medio del ruido y las alarmas que ha desatado la nueva reforma en Telecomunicaciones y Radiodifusión, el diputado Ricardo Monreal, líder de los legisladores de Morena en San Lázaro, decidió salir al paso. Y no lo hizo con tecnicismos, sino con una defensa frontal: “No hay ley censura, no hay ley espía”, dijo tajante.
Sí, la reforma ha generado controversia, especialmente entre sectores de la oposición, que han calificado los cambios como una forma de controlar la libertad de expresión o de espiar a ciudadanos. Pero, ¿de qué va realmente esta ley y por qué dice Monreal que no hay nada de eso?
Para empezar, la ley propone regular el caos en la venta de chips de celulares. Hasta ahora, puedes comprar un chip sin dar ni tu nombre; eso lo aprovechan bandas delictivas para hacer llamadas desde números imposibles de rastrear. Por eso, con la nueva ley, se busca poner orden en esa venta, y que todo esté ligado a una identidad.
También se establece que si hay necesidad de intervenir un teléfono o rastrear a alguien por geolocalización, eso solo se podrá hacer con permiso de un juez. Es decir, no se trata de espiar por espiar, sino de tener herramientas legales para enfrentar delitos como secuestro o extorsión, que, según datos oficiales, en muchos casos se cometen desde celulares comprados de forma anónima.
Otro cambio importante es la creación de una nueva figura: la Comisión Reguladora de Telecomunicaciones, que será parte de la Agencia de Transformación Digital y Telecomunicaciones. Este nuevo órgano vendrá a llenar el hueco que dejaron instituciones como el IFT (que ya desapareció), y estará encargado de vigilar que el espectro radioeléctrico –básicamente, las frecuencias de radio y telecomunicaciones– se use de forma legal y justa.
Además, se establecen nuevas reglas para que los medios distingan claramente entre noticias, opinión e información. Esto ha sido interpretado por algunos como un intento de censura, pero Monreal asegura que es todo lo contrario: se trata de proteger el derecho de las audiencias, garantizando que la gente sepa cuándo un presentador da su opinión y cuándo está informando hechos.
La reforma también tiene una dimensión social: propone que las empresas que usan el espectro puedan pagar menos si llevan infraestructura de internet a comunidades apartadas, como sierras o regiones sin carreteras. Es decir, menos dinero al gobierno, pero más internet para la gente que nunca ha tenido conexión. También se plantea que entre el 1 % y el 10 % del presupuesto de comunicación social del gobierno federal se destine a radiodifusoras que cubran zonas marginadas, lo que ayuda a equilibrar la cancha con los grandes medios.
Otra novedad es que se prohíbe la propaganda política o ideológica de gobiernos extranjeros en medios mexicanos. Solo se permitirá si es con fines culturales, turísticos o deportivos. Nada de usar el espacio radioeléctrico nacional para hacer campaña por otro país.
Y por si fuera poco, también se facilitarán los trámites para desplegar infraestructura, como antenas o torres, lo cual permitirá mejorar la cobertura y calidad de servicios como el internet o la telefonía celular.
Monreal cerró su mensaje diciendo que esta es una reforma moderna, sin censura ni espionaje, que responde a una necesidad real de ordenar un sector estratégico, clave para el desarrollo del país. Y aunque los debates seguirán en el Congreso, lo cierto es que el contenido de la reforma va más allá de los titulares escandalosos.
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