Por Juan Pablo Ojeda
La NASA reveló las primeras imágenes del cometa 3I/ATLAS, apenas el tercer viajero interestelar confirmado que ha cruzado nuestro sistema solar. Estos cuerpos son auténticos mensajeros de otros rincones de la galaxia, y su estudio ayuda a los científicos a comparar cómo se forman y evolucionan los sistemas planetarios más allá del nuestro. Por eso, cada vez que uno pasa cerca, la comunidad científica se pone en alerta.
Las fotografías más nítidas no se tomaron desde la Tierra, sino desde Marte. La cámara HiRISE, instalada en el orbitador marciano de la NASA, capturó al cometa en octubre cuando pasó a unos 30 millones de kilómetros del planeta rojo. En las imágenes aparece como una pequeña mancha tenue contra un fondo completamente negro, pero para los astrónomos esa mancha es una mina de información. También el róver Perseverance logró registrar el paso del cometa, apenas distinguible entre las estrellas, reforzando los datos obtenidos desde órbita.
La administradora asociada de la NASA, Nicky Fox, explicó que la importancia de este cometa radica en su origen: viene de un entorno muy distinto al de nuestro sistema solar. Esa procedencia ajena ya permite observar diferencias claras respecto a los cometas que acostumbramos a estudiar. Fox también aclaró que nunca representó un riesgo para la Tierra, pues pasó al doble de la distancia que nos separa del Sol.
Sin embargo, observarlo desde nuestro planeta no fue sencillo. Cuando 3I/ATLAS cruzó su punto más cercano al Sol, la Tierra estaba del lado opuesto, lo que bloqueó la línea directa de observación. La ventaja fue contar con una flotilla de instrumentos en Marte que sí pudieron seguirlo. Además de las misiones marcianas, participaron telescopios como el Hubble y el James Webb, dos de las herramientas más poderosas que existen para estudiar el cosmos.
3I/ATLAS es parte de un grupo muy exclusivo: antes de él, solo se habían identificado dos objetos interestelares, 1I/Oumuamua en 2017 y 2I/Borisov en 2019. Que ahora estos descubrimientos parezcan más frecuentes no es casualidad; los sistemas de observación modernos permiten rastrear objetos cada vez más débiles y lejanos con mayor precisión. De hecho, este cometa fue descubierto el 1 de julio por el telescopio ATLAS en Chile, y aunque se pensó que sería demasiado tenue para ser visto, su brillo aumentó lo suficiente como para ser detectado por múltiples misiones.
Para la ciencia, cada objeto que viene de otro sistema es una cápsula del tiempo: trae pistas de cómo se formó su entorno original y qué tan diferente es del nuestro. 3I/ATLAS seguirá siendo estudiado mientras se aleja, recordándonos que el espacio está lleno de viajeros que cruzan de un sistema a otro, dejando rastros que solo ahora estamos aprendiendo a interpretar con claridad.















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