Canelo y Crawford calientan septiembre: guerra de palabras rumbo a Las Vegas

Por Juan Pablo Ojeda

 

La guerra ya empezó, aunque todavía falten semanas para que suene la campana. Saúl «Canelo» Álvarez y Terence Crawford se vieron las caras en Las Vegas, y la conferencia de prensa se convirtió en un round verbal lleno de dardos, provocaciones y promesas de victoria. Lo que está en juego va más allá de un cinturón: se trata del orgullo, del legado y de quién manda en el ring.

El mexicano, con 63 peleas ganadas, 39 por nocaut, y dos derrotas en su hoja de vida, reconoció que el estadounidense es un rival complicado. “No ha enfrentado a ningún grande, pero eso no significa que no sea un buen peleador. Si le gano, será una de las victorias más importantes de mi carrera”, soltó con la seriedad de quien sabe que el reto no es menor.

Crawford, por su parte, llegó con el invicto en alto (41 triunfos, 31 por nocaut) y sin pizca de humildad. Se burló del pasado de Canelo, le recordó sus dos derrotas, e incluso lo confundió —o fingió hacerlo— con Miguel Cotto, aquel exboxeador puertorriqueño con quien Álvarez ya peleó hace años. “Tú ya perdiste, yo no”, dijo el estadounidense con una sonrisa provocadora.

Canelo no mordió el anzuelo, pero dejó claro que el 13 de septiembre las cosas serán distintas. “Él no ha enfrentado a nadie de este nivel. Va a ser una experiencia nueva para él”, advirtió. Y aunque durante la rueda de prensa intentó evitar temas que no fueran de boxeo, aprovechó para enviar un mensaje patriótico con dedicatoria a sus paisanos en Estados Unidos: “Viva México, cabrones”.

Más allá de los micrófonos, hay mucho en juego. Crawford sube de peso para este combate, viniendo de la categoría welter, lo que en teoría le da ventaja física al tapatío. Pero el récord perfecto del estadounidense no es para tomarse a la ligera. “Será difícil encontrarle debilidades, pero tengo la experiencia para adaptarme a cualquier estilo”, aseguró Canelo.

El Allegiant Stadium de Las Vegas será el escenario del combate, justo en un fin de semana que simboliza la unión —y la rivalidad— entre dos naciones: el mexicano celebrando la independencia de su patria con los guantes puestos, y el estadounidense buscando una consagración histórica.

Los aficionados ya lo saben: esta no será una pelea más. Será un choque entre dos estilos, dos países y dos egos. La función está servida, y aunque aún falten semanas para la campana inicial, ambos peleadores ya lanzaron su primer golpe… con la lengua.

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