Un estudio internacional publicado en la revista científica Addictive Behaviors ha concluido que no existen pruebas sólidas de que el uso de chatbots como ChatGPT genere adicción. La investigación, liderada por expertos de universidades de España, Francia y Suiza, advierte que aplicar etiquetas clínicas de adicción a estas herramientas tecnológicas puede ser no solo incorrecto, sino perjudicial para los usuarios y el debate público.
Los investigadores Víctor Ciudad-Fernández, de la Universitat de València (UV), Cora von Hammerstein, de la Paris Cité University, y Joël Billieux, de la Université de Lausanne, analizaron los estudios existentes sobre el uso de la inteligencia artificial conversacional y encontraron un patrón que consideran alarmante: muchas de estas investigaciones emplean los mismos criterios utilizados para diagnosticar adicciones graves como el alcoholismo o la dependencia a sustancias como la cocaína. Entre estos criterios se incluyen términos como “tolerancia” o “síndrome de abstinencia”, lo que, según Ciudad-Fernández, equivale a “diagnosticar adicción a bailar con los mismos criterios que a la heroína”.
Según el estudio, la mayoría de los usuarios frecuentes de ChatGPT no presentan daños clínicos significativos ni consecuencias negativas importantes en su vida cotidiana. Por el contrario, el uso regular de estas herramientas suele estar motivado por la curiosidad, el deseo de aprender o como mecanismo de apoyo emocional y cognitivo. Los autores destacan que estas motivaciones no se ajustan al perfil de una conducta adictiva, tal como lo definen los manuales clínicos.
El equipo investigador insiste en que etiquetar de forma prematura el uso de la IA como una adicción puede fomentar estigmatización, originar tratamientos innecesarios y alimentar propuestas de regulación sin base científica. “El verdadero riesgo no es el uso en sí, sino cómo se interpreta socialmente ese uso”, subrayaron, y propusieron cambiar el enfoque: más que patologizar, conviene preguntarse cuándo y por qué el uso de una tecnología podría volverse problemático.
El estudio surge en respuesta al creciente alarmismo en medios de comunicación que comparan el uso frecuente de ChatGPT con adicciones reales, lo que para los autores supone una tergiversación de los hechos. “La clave está en fomentar un uso consciente, informado y regulado, pero sin caer en discursos sensacionalistas”, concluyeron.
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