Consumo privado repunta 2.2% en octubre, su mejor dato en 14 meses… pero el año sigue ‘flojo’

Por Juan Pablo Ojeda

El consumo privado en México por fin da una bocanada de aire: el Indicador Oportuno del Consumo Privado (IOCP) del Inegi anticipa un crecimiento anual de 2.2% en octubre, la tasa más alta en 14 meses, luego de meses de estancamiento y datos débiles. A tasa mensual, el avance es muy pequeño —apenas 0.1% en septiembre y 0.1% en octubre—, pero suficiente para mandar la señal de que el gasto de los hogares se empieza a mover de nuevo en la recta final de 2025.

El dato de octubre rompe con la inercia de un año frío. Cálculos con base en el propio IOCP apuntan a que, de enero a octubre, el consumo privado apenas acumuló un crecimiento de alrededor de 0.3–0.4% anual, el peor registro para un periodo similar en al menos cinco años, muy por debajo del avance superior a 3% que se observaba en 2024. Es decir: octubre luce bien en la foto mensual, pero el álbum de todo el año cuenta todavía una historia de debilidad.

Detrás del pequeño repunte hay varios factores que juegan a favor de los bolsillos. Por un lado, la inflación se ha venido moderando y se ubica en un nivel mucho más manejable que los picos de años previos, lo que aliviana un poco la pérdida de poder de compra. Por otro, el Banco de México ha seguido recortando la tasa de referencia para tratar de darle algo de oxígeno al crédito al consumo y a la actividad económica en general.

También ayudan motores más específicos: remesas en niveles históricamente altos, que siguen llegando a los hogares aunque crezcan a un ritmo más moderado; un mercado laboral que, pese a la desaceleración, no se ha desplomado; y el arranque de la temporada de ofertas y compras de fin de año (Buen Fin, adelantos de Navidad), que siempre empuja el gasto en comercio, servicios y bienes duraderos. Estos factores explican por qué el consumo resiste un poco mejor que otras variables.

Sin embargo, el propio comportamiento del indicador obliga a matizar el optimismo: el avance mensual de 0.1% habla de un movimiento “marginal”, no de un boom. Además, la recuperación no es pareja. Hay señales de que una parte importante del crecimiento se está yendo hacia bienes importados, mientras que la compra de bienes nacionales sigue sin despegar con fuerza, lo que limita el impacto positivo sobre la planta productiva local y el empleo formal.

Para los hogares, el 2.2% anual de octubre se traduce en algo muy concreto: ya no se siente que todo va para abajo, pero tampoco se nota como una mejora contundente. Con salarios que avanzan a ritmos modestos, servicios más caros y deudas acumuladas, muchas familias siguen en modo “cautela”: alcanzan a reponer algo de consumo (ropa, despensa, pequeños electrodomésticos, unas salidas más al restaurante o al cine), pero sin regresar a los niveles de holgura que se vieron después de la reapertura post pandemia.

De cara al cierre de 2025, el consenso de analistas es que el consumo tendrá un comportamiento mejor que el visto en la primera mitad del año, impulsado por la temporada navideña y por un entorno de inflación más baja. Incluso hay previsiones que apuntan a un 2026 con crecimiento del consumo cercano a 2%, ligeramente por encima de un PIB que podría rondar 1.3%, apoyado en eventos como el Mundial de Futbol, que detonan compras anticipadas de televisores, servicios de streaming, viajes y mercancía asociada.

El problema es que este pequeño rally del gasto llega en una economía que coquetea con el estancamiento: la actividad industrial se ha debilitado, la inversión fija sigue en rojo y el llamado “Plan México” de reactivación carga con dudas sobre recursos y ejecución. En ese contexto, el gobierno de Claudia Sheinbaum apuesta a que la demanda interna —consumo e inversión pública— sea el amortiguador que impida una recesión más profunda.

En resumen, el dato de octubre permite un titular amable: el consumo privado toca su nivel más alto en 14 meses y manda la señal de que las familias empiezan a respirar un poco mejor. Pero debajo del número hay una realidad menos espectacular: un año prácticamente perdido en términos de crecimiento del gasto, una recuperación que todavía no se siente como tal en todos los bolsillos y un cierre de sexenio que depende, otra vez, de que el consumo aguante más de lo que la economía en su conjunto está creciendo.

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