¿Qué pasa cuando un exjugador de la NFL cambia el casco por el micrófono, y el sudor del campo por la sangre del verso? Lo que pasa es The Collective Root, el nuevo proyecto del rapero y exjugador Reggie Stephens, quien desde México grita, rima y canta lo que muchos prefieren ignorar. Y no, no es “rap de motivación” para LinkedIn: es poesía de alto calibre, afrodescendiente, migrante y encabronadamente honesta.
Con la producción de Round Whirled Records y el respaldo sonoro de pesos pesados como One Drop Scott, Greg Landau y el mexicano Last Jerónimo, Stephens debuta con dos sencillos que ya son estandartes: “Black Man in Mexico” y “Margarito 2”. El primero, un canto de amor y asombro desde el cuerpo negro que encuentra cobijo en un país que lo mira sin miedo; el segundo, una denuncia vibrante contra los abusos que no conocen fronteras. Dos temas, una misma raíz: decir la verdad, aunque duela, aunque incomode, aunque suene demasiado sincero para TikTok.
En Black Man in Mexico, Stephens no se victimiza ni se disfraza de influencer con paleta de jamaica. Aquí hay gratitud, sí, pero también conciencia. Acompañado por el son jarocho de Benito Cortez (de Los Cojolites) y el piano de Omar Sosa, Reggie entrelaza identidad y migración con un beat que late al ritmo de Papaloapan y Harlem. Es un homenaje a quienes, al salir del lugar donde nacieron, descubren el lugar donde realmente pertenecen.
Margarito 2, por otro lado, es un puñetazo lírico al sistema. Aquí entra el flow incendiario de Serko Fu, las rimas duras, los nombres con rostro y los rostros con miedo. Margarito es ese trabajador perseguido por la policía, por su color, por su nombre, por su acento. Y desde el otro lado del muro, Reggie responde: “acá tampoco estamos a salvo, pero ya no estamos solos”. Todo ello acompañado por la potencia instrumental de la Orquesta Nacional de Jazz de México, que convierte el dolor en arte y el corrido tumbado en jazz de trinchera.
Pero este no es solo un disco ni un experimento multicultural. The Collective Root es una propuesta política, espiritual y estética. Es decir: es urgente. Es la reafirmación de que las culturas negras y morenas tienen algo que decir, que enseñar y que sanar. Que la música no es solo entretenimiento: es archivo vivo, es resistencia, es territorio.
Stephens, que alguna vez defendió a los New York Giants, hoy defiende otra cosa: la voz. La suya y la de quienes no tienen espacio en las playlists de moda. Ya ha colaborado con monstruos como George Clinton, Bon Jovi, Bill Summers o One Drop Scott en Forward Back, pero este proyecto, dicen los que saben, es su obra más personal, más afilada, más necesaria.
Black Man in Mexico y Margarito 2 ya están en todas las plataformas digitales, listas para ser escuchadas, bailadas, estudiadas y compartidas. Porque cuando la historia se rapea desde el corazón, no hay algoritmo que la detenga.
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