Olvídese del ruido, del sudor en la nuca y del tipo de atrás gritando “¡otra!”. Este jueves, Aterciopelados y Totalplay ofrecieron una lección de futuro con un concierto silente que rompió esquemas en la PlayHaus, el nuevo laboratorio de experiencias inmersivas de la Ciudad de México. Y no, no es un decir: con audífonos inalámbricos, sonido personalizado y una atmósfera íntima, los asistentes vivieron un ritual más cercano al trance que al pogo.
Desde los primeros acordes de “Maligno”, quedó claro que esto no iba a ser una tocada más. La PlayHaus, diseñada como un templo sensorial, permitió que cada acorde, susurro y vibración se colara directamente al alma sin interferencias. Afuera, la ciudad seguía corriendo; adentro, un pequeño universo de paz y rebeldía tomaba forma con cada canción del dúo colombiano. Andrea Echeverri y Héctor Buitrago no solo tocaron: conjuraron.
En este espacio creado por Totalplay, el entretenimiento se despoja de fórmulas viejas y se transforma en algo vivo, respirante y colaborativo. La PlayHaus no es solo un foro con buena acústica: es un manifiesto en ladrillo y fibra óptica. Aquí, la tecnología no es adorno ni espectáculo: es aliada de la emoción, amplificadora de la intimidad. Totalplay no quiere solo que veas, quiere que sientas. Y vaya que lo lograron.
El repertorio no escatimó en hits ni en mensajes. “Apocalipsis” sonó como el eco de un planeta que nos reclama conciencia; “Mor” nos envolvió con su ternura esotérica; y “Florecita Rockera” renació como canto generacional en plena era digital. Pero fue con “Baracunátana” cuando el silencio estalló: la memoria colectiva del rock en español se encendió con fuerza en cada oyente, sin gritos, pero con un coro interno que retumbaba en sincronía.
La apuesta de Totalplay con la PlayHaus es clara: darles a los creadores de contenido —y al público— un lugar donde lo artístico no solo se consume, sino que se vive. En tiempos de saturación visual y ruido sin sentido, ofrecer una experiencia como esta es casi revolucionario. Porque a veces, lo más poderoso no es gritar… sino escuchar con todo el cuerpo.
Aterciopelados, fieles a su espíritu provocador y transgresor, encontraron el escenario ideal para seguir siendo actuales sin traicionar su esencia. Feministas, ecologistas, punk de corazón y pop de forma, siguen demostrando que la música con mensaje no está peleada con la estética ni con la innovación.
Y así, entre luces suaves, silencios elocuentes y vibraciones compartidas, Totalplay y Aterciopelados no solo ofrecieron un show: inauguraron una nueva manera de conectar. Porque cuando el arte y la tecnología se abrazan con honestidad, el resultado no se ve… se siente. Y eso, en este siglo sobrecargado de pantallas, es simplemente oro puro.
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