Zempoala, orgulloso Pueblo Mágico de Hidalgo, vive hoy una de las peores crisis de ingobernabilidad de su historia reciente

CHARLAS DE TABERNA

ALCALDE RICO, PUEBLO POBRE

MARCOS H. VALERIO

 

Desde el 6 de septiembre de 2024, Francisco Sinuhé Ramírez Oviedo asumió la presidencia. Lo que prometía ser un gobierno de renovación se ha convertido en un régimen marcado por la violencia verbal, el autoritarismo y el más descarado contraste entre la opulencia del alcalde y la miseria de sus gobernados.

El historial de Sinuhé Ramírez no es ningún secreto: señalamientos por malversación de fondos cuando dirigía la Sección XV del SNTE en Hidalgo, vínculos con los viejos caciques priistas y una cercanía sospechosa con el exgobernador Francisco Olvera Ruiz.

Muchos zempoalenses aún se preguntan cómo alguien con ese currículum terminó en las boletas de Morena, el partido que juró acabar con las prácticas del antiguo régimen.

Y la realidad golpea todos los días. El 34.3% de la población vive en vulnerabilidad por carencia de servicios de salud, y la directora de Sanidad municipal, Emilsen Danae Ramírez, trata con desprecio a los adultos mayores que acuden en busca de ayuda.

Las calles siguen siendo terracería o están destrozadas, el agua potable y el drenaje son privilegio de unos cuantos, y los ejidos como Tellez –por donde pasará el tren suburbano México-Pachuca– parecen olvidados en cualquier plan de desarrollo.

Mientras tanto, el presidente municipal se pasea en una flamante Volkswagen Tiguan 2025 valuada en más de 550 mil pesos y su esposa, Beirut Reyes –presidenta del DIF municipal–, circula en una Chevrolet Tahoe 2025 que rebasa el millón y medio de pesos.

Vehículos de lujo que contrastan brutalmente con la pobreza que se ve a simple vista en cada colonia y comunidad. La pregunta es inevitable: ¿de dónde sale el dinero?

En un estado cuyo gobernador, Julio Menchaca Salazar, pregona todos los días que “primero son los pobres” y que su gobierno será “austero y franciscano”, no puede haber espacio para este tipo de espectáculos.

La corrupción, el despilfarro y el maltrato al pueblo no tienen color de partido; duelen igual venga de donde venga.

Zempoala merece más que promesas vacías y camionetas de lujo. Merece autoridades que trabajen, que rindan cuentas y que entiendan que el cargo público es para servir, no para servirse.

El gobernador Menchaca no puede seguir de brazos cruzados ante el clamor de un pueblo que se siente traicionado.

Porque cuando el alcalde es rico y el pueblo sigue pobre, algo está podrido en el corazón del gobierno municipal. Y ese hedor ya llegó hasta Palacio de Gobierno.

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