Por Bruno Cortés
En una sesión que podría pasar al anecdotario como el ejemplo perfecto de cómo el Congreso intenta ganarle la carrera a la burocracia, la Tercera Comisión de “Asuntos Económicos” de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, encabezada por el senador Jorge Carlos Ramírez Marín (PVEM), acordó, entre tazas de café tibio y montañas de oficios, la ruta para dictaminar los 118 asuntos que se le han turnado. De un plumazo, 32 de esos asuntos —entre exhortos caducos, propuestas atendidas y temas que el tiempo convirtió en piezas de museo— serán desechados en un solo dictamen.
El salón de reuniones, iluminado por las luces blancas que más bien parecen de interrogatorio, fue testigo de un acuerdo que, aunque modesto, refleja un intento por desazolvar la tubería legislativa. Los temas que quedarán atrás incluyen desde llamados a combatir el gusano barrenador —ese eterno enemigo de los ganaderos— hasta exhortos para arreglar carreteras que, para cuando se discutieron, ya habían sido parchadas (o abandonadas a su suerte).
En un ejercicio de autocrítica institucional pocas veces visto, el diputado Reginaldo Sandoval Flores (PT) alzó la voz con un tono sereno, pero firme. Propuso que, antes de seguir acumulando exhortos al vacío, se pidiera opinión a las dependencias correspondientes. ¿Para qué gastar saliva en pedir lo que ya se resolvió? preguntó, sin decirlo directamente, pero dejando claro el mensaje entre líneas.
El acuerdo, en apariencia técnico, tiene un trasfondo político: limpiar el rezago para concentrarse en lo urgente. Porque, como bien saben los legisladores, cada exhorto que duerme el sueño de los justos es un recordatorio incómodo de que el Congreso a veces legisla al ritmo de la tortuga y no del jaguar que presume ser.
Ramírez Marín, con su estilo mesurado, celebró el avance y recordó que el verdadero reto no es sólo desechar lo obsoleto, sino garantizar que los 86 asuntos restantes se analicen con rigor. Y es que entre esos pendientes hay solicitudes a gobiernos y autoridades que podrían tener un impacto real en la vida de las y los mexicanos.
En un raro momento de coincidencia entre bancadas, los integrantes de la Comisión reconocieron que, aunque el trámite legislativo puede ser un pantano, el primer paso es dejar de empantanarse más. El compromiso, dijeron, es avanzar en las próximas dos reuniones en la discusión de los asuntos vivos y vigentes.
La propuesta de Sandoval Flores de consultar a los proponentes si sus solicitudes ya fueron atendidas fue recibida con buenos ojos. A nadie le apetece discutir exhortos que ya fueron superados por la realidad o, peor aún, por la inercia de las dependencias.
Así, entre expedientes amarillentos y discursos que mezclaron el deber legislativo con un toque de resignación burocrática, la Tercera Comisión dio un paso, pequeño pero necesario, en el maratón de limpiar su agenda. Un esfuerzo que, aunque no roba titulares, sí ayuda —al menos un poco— a que el Congreso se parezca más al poder eficaz que prometen sus discursos.
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