Por Bruno Cortés
Este lunes, la diputada Adriana Belinda Quiroz Gallegos, de Morena, se puso las pilas y dejó claro que la educación para los adultos no se queda en el discurso. En una reunión con el director general del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA), Armando Contreras Castillo, y varios presidentes municipales del Estado de México, acordaron trabajar en equipo para cumplir una meta que, aunque suena ambiciosa, es fundamental: lograr que México sea reconocido por la UNESCO como un país libre de analfabetismo.
¿Y esto qué significa en palabras más simples? Básicamente, el gobierno —ahora con la presidenta Claudia Sheinbaum al frente— quiere que nadie, sin importar su edad, se quede sin aprender a leer y escribir. Y eso incluye a millones de adultos que por distintas razones no pudieron estudiar en su niñez. El objetivo es que todos los mexicanos tengan acceso a la educación básica, aunque ya no estén en edad escolar.
La diputada Quiroz lo explicó muy claro en sus redes sociales: este esfuerzo es parte de un proyecto nacional que busca llegar hasta las comunidades más apartadas. No se trata solo de abrir aulas o entregar libros; se trata de sumar voluntades, desde el Congreso hasta las presidencias municipales, para que este derecho deje de ser letra muerta en la Constitución y se convierta en una realidad cotidiana.
“Estoy comprometida con la educación de mis representados y del estado”, dijo, dejando claro que va a empujar desde el Congreso para que haya presupuesto, programas y coordinación suficiente. Porque una cosa es decir que se apoya la educación, y otra muy distinta es meter las manos, hacer alianzas y bajarse al territorio.
Y es que el analfabetismo no es solo una cifra en un informe del INEGI. Es una traba real que afecta el día a día de quienes no pueden leer una receta médica, un contrato de trabajo, o simplemente entender una noticia. También les impide acceder a mejores empleos, participar en decisiones comunitarias o ejercer plenamente sus derechos.
Por eso, esta estrategia nacional busca ir más allá de los números. Se trata de empoderar a las personas, como lo dijo la diputada, y de reconocer que la educación sigue siendo la herramienta más poderosa para transformar vidas. No se trata de caridad ni de favores políticos; se trata de justicia social.
El reto es grande, porque no solo es enseñar a leer y escribir: hay que motivar, adaptar materiales, formar instructores y asegurar que el INEA tenga los recursos suficientes. Pero con coordinación entre niveles de gobierno, voluntad política y cercanía con las comunidades, hay esperanza de que esta meta se logre. Y cuando eso pase, México podría ondear con orgullo una bandera blanca ante el mundo, como país libre de analfabetismo.
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