Por Bruno Cortés
Tras salir del desfile por el 115 aniversario de la Revolución Mexicana, la presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Kenia López Rabadán, lanzó un mensaje que, en otras épocas, quizá sonaría obvio, pero que hoy pega en medio de una política crispada: pidió dejar de dividir al país. Lo dijo directo, sin rodeos, y desde un espacio simbólico del poder: “No puedo compartir un discurso que divida a los mexicanos”. Y lo que viene detrás de esa frase es un llamado a algo que parece sencillo, pero que en la práctica cuesta trabajo: unidad, reconocimiento mutuo y respeto a las diferencias.
López Rabadán puso sobre la mesa un dato que todos conocemos pero que casi nadie quiere aceptar: en la última elección, el país se partió prácticamente a la mitad. Un 54% de los votantes apostó por un proyecto político y el otro 46% por otro distinto. Eso, en cualquier democracia, implica un reto enorme. Y su mensaje fue claro: si seguimos etiquetando a unos como “buenos” y a otros como “malos”, difícilmente vamos a avanzar.
Explicado en lenguaje de la vida diaria, lo que la diputada panista plantea es que no podemos seguir manejando la política como si fuera un partido de futbol donde unos le van a un equipo y otros al rival, y todo se resume en aplausos o abucheos. Gobernar un país requiere que quienes piensan distinto encuentren coincidencias básicas: seguridad, paz, medicinas, trabajo y la posibilidad de vivir tranquilos. Nadie discute esos objetivos; lo que cambia es la ruta para llegar a ellos. Y ahí es donde, dice, se necesita menos pleito y más acuerdos.
Para ella, el discurso que divide —ese que clasifica, señala y margina— solo genera ruido, enojo y miedo. Y México ya tiene suficientes problemas como para añadir uno más. Por eso insistió: “Hoy se necesita un México unido, no un México dividido”. Su llamado no fue solo a los ciudadanos, sino a todas las instituciones del Estado: desde el Ejecutivo hasta los tribunales, pasando por el Congreso. El mensaje es que si cada poder juega por su cuenta, el país no avanza; pero si cada quien hace lo suyo, con respeto y coordinación, sí se puede empezar a tejer un país más estable.
López Rabadán cerró con algo que refleja el ánimo dentro del Congreso: quiere que la Cámara de Diputados tenga su propia voz, que no sea comparsa de nadie y que las y los legisladores construyan desde sus diferencias, pero con un objetivo común. Al final del día, dice, todas y todos queremos lo mismo: un país seguro, en paz y con oportunidades. Y para eso, antes de discutir quién tiene la razón, hay que reconocer que México necesita que su política deje de pelear y empiece a sumar.
















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